Te cuento que ayer, cuando me encontré con tu madre, lo primero que vi con horror es que nos había comprado un cojín con un estampado marrón de gatitos deformes. Pocas cosas tan feas he visto en mi vida. El caso es que el cojín era inmenso, y tuve que cargar con la bolsa gigante tooodo el camino desde Ópera hasta la platería. Ya allí, tu madre hizo gala de una insoportabilidad sin precedentes: ella (por algo es tu madre) sabía cuál era tu medida de dedo, no vos, que dijiste que eran 19 milímetros; no paró de arrebatarme cada anillo que yo intentaba imaginar para nosotras, hablar a los gritos y torturar al platero. Al final, me medí mi dedo, y quedamos en que tu anillo sería medio punto más pequeño que el mío; a ver qué sale. El platero tiene pinta de ser alguien dedicado al oficio de toda la vida, y seguro que sabe hacer algo tan tonto como un anillo martillado, el problema es su estilo: el hombre tiene un mal gusto notable. Ni hablar de hacer algo parecido a los anillos de la foto que te envié el otro día; al final me decanté por este.
Espero que salgan bonitos. De todas maneras yo poseo el desparpajo necesario para no usarlo si no me gusta; si por el contrario salen bien (estarán listos para la segunda semana de agosto), entonces los mandamos a grabar.
Cuando salimos de allí, fuimos caminando hacia el Corte Inglés que tiene terraza, y en el camino pasamos por una de las tiendas de souvenirs: ya es la segunda vez que tu madre me hace el chistecito de meterse en la tienda pretendiendo que yo la acompañe; ambas veces yo seguí caminando y me paré en donde me dio la gana; la vez pasada fue en un estanco, y aproveché para comprar tabaco. Luego tu madre sale de la tienda y no me encuentra, me llama por teléfono y me regaña por haber desaparecido; ya le expliqué ambas veces que no quiero entablar conversación con nadie que tenga que ver con la Familia Souvenir. Esta vez, seguí caminando y entré en la tienda L'Occitane, a chusmear; tengo debilidad y fascinación por la alta cosmética, es más fuerte que yo, y recordé que antes de salir al encuentro con tu madre, en la ducha, eché en falta un producto para limpiarme la cara, así que cometí el relajo de comprar un gel verde biológico que huele a gloria y que te deja la cara como un culo de bebé, y un bote pequeño de una crema de manos que también huele a paraíso, y se absorbe inmediatamente, no como esa crema que tenemos que no está mal, pero al lado de esta es una auténtica porquería. Tu madre repitió el ritual de llamarme y gritarme; vino a la tienda y se compró ella también una crema de manos.
Luego llegamos al Corte Inglés, y fuimos directamente al sitio de los quesos. Comimos la misma tabla con ese queso en forma de flor que me chifla, y una copa de vino blanco rueda cada una (no tenían el Perro Verde). Las vistas de ese sitio son maravillosas, el atardecer se ve sublime. Tu madre, luego de la primera copa de vino, se emborrachó, y pidió otra ronda, y se puso contenta y dicharachera. Esto no impidió, sin embargo, que regañara al camarero porque las primeras dos copas las trajo desde el mostrador en vez de servirlo como corresponde frente a nosotras; a la siguiente ronda, el señor tuvo la amabilidad de pedir disculpas, traer la botella a la mesa, y una tapa de jamón; no sé cómo llegó tu madre a empezar a despotricar contra los catalanes frente al camarero de mirada impasible y harta.
Salimos a fumar, y ahí empezó el interés de tu madre por "darle a mi única hija un bodorrio como corresponde": ella quisiera financiar una fiesta, y que los invitados fueran: cuatro de tus ex-novias, Silvina, Tu Hermana; su amiga Pilar, tu padre y Begoña Souvenirs. Toma ya.
Luego, al salir, visto que el sitio en el que estábamos se llama Gourmet Experience, pues tu madre me llevó a la experience: dijo que era importante que hubiera en la nevera 'algo rico para cuando vuelva la niña', así que elegí un vino blanco rueda no muy caro que ya está aquí, y nos compró de nuevo ese té del dragón, pero esta vez en lata.
Volviendo a casa en el metro, olvidé la bolsa con el cojín en algún sitio; yo pensaba dejarlo directamente en un contenedor, pero mirá vos el inconsciente.
En el metro llamó Tu Hermana y le dije que la llamaba en cuanto llegase; y horror, me olvidé por completo. Hace un rato le mandé un mensaje pidiéndole disculpas, pero no me contestó aún, espero que la razón sea que está currando mucho.
Hace mucho calor. Ayer puse una lavadora con la sábana roja y la funda de edredón azul que usamos mientras estabas acá; me da tristeza no ser capaz de doblar todo perfectamente como lo hacés vos. Ahora puse otra lavadora con ropa interior de las dos y algunas camisetas. Desayuné mate, y te digo que acabo de abrir el segundo paquete que nos quedaba. Mejor que traigas, cariño, porque Nico me dijo por el chat que les queda poca. Empecé a ir a la verdulería esa que está lejos, camino de la biblioteca; al perro le gusta ir por ahí; compré un aguacate, tomates, cuatro paraguayas, un pepino, una berenjena y un calabacín. Estoy adicta al couscous con tomate y pepino.
Mi plan para hoy es tejer unos patucos para Vega, que todavía no nace; compré ayer un poco de hilo de algodón morado.
Te extraño, cielo. No veo la hora de volver a verte. Sos muy importante para mí, lo más importante de todo.
Espero que salgan bonitos. De todas maneras yo poseo el desparpajo necesario para no usarlo si no me gusta; si por el contrario salen bien (estarán listos para la segunda semana de agosto), entonces los mandamos a grabar.
Cuando salimos de allí, fuimos caminando hacia el Corte Inglés que tiene terraza, y en el camino pasamos por una de las tiendas de souvenirs: ya es la segunda vez que tu madre me hace el chistecito de meterse en la tienda pretendiendo que yo la acompañe; ambas veces yo seguí caminando y me paré en donde me dio la gana; la vez pasada fue en un estanco, y aproveché para comprar tabaco. Luego tu madre sale de la tienda y no me encuentra, me llama por teléfono y me regaña por haber desaparecido; ya le expliqué ambas veces que no quiero entablar conversación con nadie que tenga que ver con la Familia Souvenir. Esta vez, seguí caminando y entré en la tienda L'Occitane, a chusmear; tengo debilidad y fascinación por la alta cosmética, es más fuerte que yo, y recordé que antes de salir al encuentro con tu madre, en la ducha, eché en falta un producto para limpiarme la cara, así que cometí el relajo de comprar un gel verde biológico que huele a gloria y que te deja la cara como un culo de bebé, y un bote pequeño de una crema de manos que también huele a paraíso, y se absorbe inmediatamente, no como esa crema que tenemos que no está mal, pero al lado de esta es una auténtica porquería. Tu madre repitió el ritual de llamarme y gritarme; vino a la tienda y se compró ella también una crema de manos.
Luego llegamos al Corte Inglés, y fuimos directamente al sitio de los quesos. Comimos la misma tabla con ese queso en forma de flor que me chifla, y una copa de vino blanco rueda cada una (no tenían el Perro Verde). Las vistas de ese sitio son maravillosas, el atardecer se ve sublime. Tu madre, luego de la primera copa de vino, se emborrachó, y pidió otra ronda, y se puso contenta y dicharachera. Esto no impidió, sin embargo, que regañara al camarero porque las primeras dos copas las trajo desde el mostrador en vez de servirlo como corresponde frente a nosotras; a la siguiente ronda, el señor tuvo la amabilidad de pedir disculpas, traer la botella a la mesa, y una tapa de jamón; no sé cómo llegó tu madre a empezar a despotricar contra los catalanes frente al camarero de mirada impasible y harta.
Salimos a fumar, y ahí empezó el interés de tu madre por "darle a mi única hija un bodorrio como corresponde": ella quisiera financiar una fiesta, y que los invitados fueran: cuatro de tus ex-novias, Silvina, Tu Hermana; su amiga Pilar, tu padre y Begoña Souvenirs. Toma ya.
Luego, al salir, visto que el sitio en el que estábamos se llama Gourmet Experience, pues tu madre me llevó a la experience: dijo que era importante que hubiera en la nevera 'algo rico para cuando vuelva la niña', así que elegí un vino blanco rueda no muy caro que ya está aquí, y nos compró de nuevo ese té del dragón, pero esta vez en lata.
Volviendo a casa en el metro, olvidé la bolsa con el cojín en algún sitio; yo pensaba dejarlo directamente en un contenedor, pero mirá vos el inconsciente.
En el metro llamó Tu Hermana y le dije que la llamaba en cuanto llegase; y horror, me olvidé por completo. Hace un rato le mandé un mensaje pidiéndole disculpas, pero no me contestó aún, espero que la razón sea que está currando mucho.
Hace mucho calor. Ayer puse una lavadora con la sábana roja y la funda de edredón azul que usamos mientras estabas acá; me da tristeza no ser capaz de doblar todo perfectamente como lo hacés vos. Ahora puse otra lavadora con ropa interior de las dos y algunas camisetas. Desayuné mate, y te digo que acabo de abrir el segundo paquete que nos quedaba. Mejor que traigas, cariño, porque Nico me dijo por el chat que les queda poca. Empecé a ir a la verdulería esa que está lejos, camino de la biblioteca; al perro le gusta ir por ahí; compré un aguacate, tomates, cuatro paraguayas, un pepino, una berenjena y un calabacín. Estoy adicta al couscous con tomate y pepino.
Mi plan para hoy es tejer unos patucos para Vega, que todavía no nace; compré ayer un poco de hilo de algodón morado.
Te extraño, cielo. No veo la hora de volver a verte. Sos muy importante para mí, lo más importante de todo.
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