miércoles, 10 de julio de 2013

Hola mi amor.
Esta mañana no pude conmigo y compré churros que desayuné con café. Estuve parte de la mañana un poco enojada conmigo.
Resulta que anoche, cuando hablamos con Tu Hermana de ir al aeropuerto, fiel a sus dominancias deslizó que yo fuese a su casa en tren, para partir desde ahí al aeropuerto. Como ya había pasado más de una hora explicándole cómo usar el iPhone, y tenía hambre, y se me enfriaba la maravillosa tarta que hice -ya sabés Tu Hermana lo exasperantemente lenta que es para todo, incluso para entender cómo funciona la cámara o el iPod- no me detuve a pensar en las implicancias para mí en el hecho de tener que ir hasta Atocha, para llegar a su casa.
Y aquí una reflexión a modo de paréntesis: yo cocino, la espero con un Otazu en la nevera, le doy una toalla y la conmino a ducharse -hace un calor terrible-, quiero decir, ¿cuándo yo llego a la casa de ella (¡o de alguien!) y tengo la comida lista y perfecta esperándome, el vino delicioso a mi entera disposición, una ducha a la cual intento negarme por pereza pero que luego agradezco de todo corazón, y todo esto sólo por el insólito motivo de que van a regalarme un cacharro moderno, que en mi vida entera de juntar maderas, periódicos viejos, plumas de pájaros y porquerías varias, no hubo lugar siquiera para imaginar tamaña tecnología que incluye cámara de fotos, teléfono, reproductor de música y pantalla táctil? Y no mencionemos ya la capacidad de charla abierta, sentido del humor y carisma de mi anfitriona-benefactora, vamos.
Y mi enojo apareció, entre churro y churro esta mañana, porque me di cuenta de que la culpa no es de ella, no. Soy yo, que no puedo con mi maldito sentido-de-cómo-se-trata-o-cuida-a-una-persona. Porque si bien este sentido en mí es natural, no es cierto que sea desinteresado. Me interesa la retribución, el feedback, que le dicen. Y esto, con Tu Hermana, no sucede. Y yo ya sé que no sucede. Pero sigo sin terminar de entenderlo. Y no entenderlo me frustra. No puedo creer que luego de haber hecho todo lo que te describo más arriba, no se muera ella de agradecimiento y me diga: el domingo te paso a buscar a la hora que quieras, y nos vamos a buscar a Lo. Y yo quiero escuchar eso, y eso no lo escucho.
Estuve bastante ensimismada con esta particularidad mía de tratar a la gente, y los resultados (magrísimos) que obtengo. Lo digo también por Roberta.
Almorcé los restos de tarta que quedaron, sin mucho ánimo. La tarta era esta:
 

Luego dormí la siesta, no se puede hacer mucho con los treinta y siete grados madrileños de hoy. Desperté como a las ocho, comí un cuenco de cereal con yogur guarro (again, sí) y bajé al parque con el perro. Mientras estaba allí, no podía parar de pensar que me quiero ir de Madrid, pero ya.
Estoy muy premenstrual, volví a casa llorando, estoy harta de los perros, harta.
Ya en casa le di de comer a los animales, me tomé una lata de Coca Cola y puse a descargar los capítulos que me faltaban de Orange is the new black, para que podamos verla cuando llegues. Y llamé por teléfono a Tu Hermana, y le dije que visto que tengo que ir a Atocha de todos modos, en vez de tomar un tren para ir a su casa, me tomo el tren hasta Barajas. Y punto. Iré al aeropuerto en tren con el perro, no te preocupes.
Quiero que me digas en cuanto leas esto qué te gustaría que haya en casa para comer cuando llegues: acá el tema alimentación está tan desolador como puede serlo la comida macrobiótica, creo que te va a dar algo cuando llegues y veas la nevera pelada, sobre todo luego del turismo gastronómico del que venís. Lo que sí hay es vino: un Otazu sin abrir y ese otro que compró tu madre; de hecho el Otazu lo compré por si falla el que compró tu madre. Ah, Tu Hermana trajo un queso de su viaje, lo probé, es fuerte, y es de vaca.
Pensé que mañana por la noche podría cocinar una tortilla de papas para cuando llegues, y comprar un poco de jamón, para hacerte volver a tus raíces. Pero igual te apetece otra cosa, no sé, decime vos que yo mañana voy a estar todo el día en casa y no me molesta cocinar para las dos.
Definitivamente la vida sin vos apesta.

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