sábado, 29 de junio de 2013

Hoy ya es sábado. Tengo la sensación de que te fuiste hace mucho mucho tiempo. El tiempo es lentísimo cuando no estás, es increíble.
Pasé una buena noche: hubo truenos y olor a lluvia, pero sin lluvia. A las doce ya estaba dormida. Primera noche sin ventilador.
Desperté a las diez. Nos fuimos con el perro a la verdulería esa que está lejos, camino de la biblioteca. Compré un puñado de cerezas, un aguacate, tomates, manzanas y tres bananas. A la vuelta, le di al perro una cereza, que  llevó en la boca todo el camino. Intenté hacerle una foto con la cereza en la boca mirándome, pero no me salió. Desayuné un cuenco de muesli con una banana y miel. Estuve leyendo los periódicos: el caso Bárcenas arde, Rubalcaba pidió formalmente su dimisión.
Le mandé un SMS a tu madre para confirmar que viene. Dijo que cómo no, que traía las ollas y que quería abrazarnos a mí, al perro y al gatón.
Jugamos aguaguau con el perro mientras me cepillaba los dientes.
Cociné una tarta de manzanas pequeña: hice una base de masa quebrada, la rellené con manzanas cocidas con canela y la espolvoreé con un crumble. Tuve el horno encendido veinte minutos.

Cuando sonó el timer, sonó el timbre de la puerta, era la cartera, me dijo que tenía un paquete. Y el paquete tenía mi nombre. El timer seguía sonando y a mí me temblaban las manos buscando una tijera para abrir el paquete. Se me cayó a la mierda el timer, el vaso que nos trajimos de Venecia y todo su contenido.
Tengo aquí mismo un nuevo libro de DFW que acabás de hacerme llegar. Y una mezcla de lágrimas y ganas de hacerme pis encima y muchas ganas de darte besos y gracias y besos y besos.
Sos muy bonita.
Ahora mismo tengo que ponerme a limpiar un poco la casa: pienso pasar la aspiradora y limpiar al baño. No lo hago solo por tu madre; mañana viene la niña esta.
No escribí nada; estoy absorbida por el libro de las conversaciones. Escucho a Sabino, y te imagino en aquel viejo relato que me hiciste, recorriendo las calles lluviosas de Madrid, riéndote sola escuchando este mismo audio que te mandé hace tanto tiempo: quiero contagiarme de tu risa.
Ojalá hoy podamos conectar. Extraño mucho mucho mucho tu voz preciosa.
Hasta luego, mi vida.

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