martes, 25 de junio de 2013

Haciendo el gili

Escribo este blog porque mi novia se ha ido. Pero no para siempre. Su trabajo la ha obligado a marcharse por no se sabe cuánto tiempo. A mí me queda esta casa con sus cosas y las mías, los animales, las plantas, Madrid a finales de junio, y el ordenador. Hasta el coño estoy, y se marchó hace dos días. En una de mis clases de yoga han dicho que hay que estar veinticuatro horas sin quejarse, así que he optado por iniciar este blog. Soy Olga, voy a cumplir 44 años y trabajo con animales. En mis horas libres también voy a la piscina y hoy terminé de leer los relatos de George Saunders, "Diez de diciembre". Me han encantado. No he decidido aún si Loles, la culpable de que esté yo aquí haciendo el gilipollas, leerá o no esto, ya veré. He estado todo el día pensando en esta canción, por eso el título. No me lo he currado mucho, la verdad. Ya iré avanzando.



Bueno, ya estarás volando.
Sensación rara cuando entro en casa y la mirada del perro me dice 'falta-la-otra-parte-de-la-manada'.
Ya sabés que bajé en Príncipe Pío y me fui al Vergel; hablamos allí. Compré un tarro de miel, una berenjena, dos calabacines, unos tomates, un puñado de judías y patatas. También un yogur de soja y un paquete de kukitcha. En cuanto llegué me desnudé, puse el ventilador, le saqué el collar al perro, le di una rebanada de pan de premio porque se portó bien, encendí el PC. Puse agua en la pava e hice té, corté las judías, media cebolla, una patata y metí todo en una olla con agua y un puñado de algas hijiki. Saqué el arroz de la heladera. Corté un poco de tofu y la media cebolla que me quedaba. Puse el timer con 20'. Me senté acá, vi mi correo y FBK; nada interesante. Abrí este blog.
Ahora mismo pienso que no es tan difícil la disciplina con la comida, ni con el alcohol; pienso en hacer un poco de autocrítica y ponerme seria con estas cosas, y con la meditación. Creo que pienso en hacer todo esto en vez de mis autodestructivos vicios de pizza y varios a modo de defensa, porque mi abuela se muere, y Li está enfermo: la salud es algo precioso ahora mismo para ellos, y para mí, muchas veces, parece que no significara nada. Voy a rezar por ellos y por vos, que estás volando ahora mismo.
Pienso en un nuevo texto que hable de los aeropuertos. Me gusta el silencio de la casa: solo se escucha el ventilador. Le quité el timbre al teléfono; me encantaría pasar días y días sin articular palabra. Es curioso lo que sucede cuando no interactuás con nadie: mientras cocinaba tuve una conversación imaginaria con Pau, la ubiqué al lado mío, y le expliqué lo que pienso de las algas, de lo buenas que seguramente son; ella me replicó que usara menos aceite de oliva para saltar las cebollas del caldo.
Faltan muchas horas para que leas esto; ojalá que tu vuelo no tenga turbulencias, que estés cómoda y tranquila. Cada vez que te pienso me duele el corazón; detesto que vueles. Y a vos te encanta. Me consuelo mirando este vídeo, ya que tenés la virtud de hacerme reir de mis miedos más malos:


Mis planes para hoy:
Leer el libro de David Foster Wallace.
Empezar el texto del aeropuerto.
Dormir la siesta.
Luego sacaré al perro.
Miraré una peli.
No voy a llorar.
Voy a dormir con todos los animales.
Esperaré noticias tuyas.

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